jueves, septiembre 29, 2005

Ven / T. Nava

De Thelma Nava

Ven
Ayúdame a insertar mi corazón en la tapa de este libro
enciclopedia donde en cualquier momento puedo leerte
manual de fórmulas para ahuyentar la tristeza
ven
ayúdame a olvidarte
a no seguir buscando
la mirada que pusiste en mi rostro
cada minuto diferente
ayúdame a olvidar nuestra hermosa soledad
de animales en celo
si tú me ayudas
te prometo no salir a buscarte en los espejos
o en el fondo de la taza de té.

De El primer animal (1986)
El ejercicio de la poesía es un oficio impúdico. El poeta es un aspirante a santo desnudo, es un tratante de la heroicidad, es un hombre vendido gratuitamente. (TN)

Thelma Nava (Ciudad de México, México, 1932)

viernes, septiembre 23, 2005

En 5 minutos / I. Buenader

De Iván Buenader


Que qué puedo escribir en 5 minutos que no sea tu imagen que se planta en la cabeza y tu voz en el teléfono y el arrepentimiento de haber pensado estando al lado de vos cuando en realidad no tenía más que dejar la mente en blanco sentir la carnosidad suprema de todas tus partes en mis mejillas verte con los ojos cerrados y oír algún suspiro;

tocarte, posarme, asirte, estrujarte, temblar

por los nervios que provoca el placer que se consuma ante mi incapacidad de aceptar que estamos en la misma dimensión en el mismo día en el mismo segundo de nuestras vidas y sólo estamos los dos: vos que por algún motivo decidiste concederme este momento a solas y no entiendo por qué y yo que voy a concederte todos los momentos que quieras aunque no los tenga que me voy a quedar junto a vos

hasta que te hartes y me descartes,

y yo caiga en la cuenta de que aún así no habré hecho lo suficiente de todo lo que adoro hacer con vos.

De Sintomatología de la obsesión (2001)
Es una obsesión de Iván Buenader (obsesión: f. Idea fija que se apodera del espíritu) mirar con ojos extras. Con ojos extras quiero decir que con ojos (por lo menos más de un par) que provengan de otros ritmos, es decir que con ojos, menos con ojos comunes. De todos modos no podrá entenderse lo que digo hasta que no se le vea más a fondo (pueden hacerlo en su SITIO), porque la poesía de Iván más bien se ve. Estos 5 minutos que ofrezco traen imagen, sí, la imagen siempre tras los versos, pero lo que verán allá poco tiene que ver con esto. Allá pulsa, como una vulva, la potencia de su imagen (me refiero a la poesía de imagen por la imagen). Vale bien la pena que se den su vuelta.
Iván Buenader (Buenos Aires, Argentina, 1972)

jueves, septiembre 22, 2005

Al ver a los pardos... / L. Peña del Bosque

De Leopoldo Peña del Bosque

En aquel perdido valle
donde jamás volvieron tus huellas,
tus memorias son la rumia,
dulce o amarga, según el tiempo ha sido.

Y las risas que dejaste como pardos
trinan en las tardes frías de invierno,
furtivas hacen del amor su burla
y ambrosías de ti les lanzo
para callarlas.

Y la ilusión al tiempo se me vuelve migas.
Y se me inunda el alma, de dolor henchida.
Y el sólo acercarme a la ventana me vuelve loco
al ver a los pardos
en el árbol que plantamos

armándose en sus nidos.

(Inédito)
Leopoldo Peña del Bosque se asoma a Se ha detenido un pájaro en el aire a través del Directorio de Poesía de la UNESCO (en el cual recién hemos sido ingresados). Fue presidente de la Escuela Virtual de Poesía de Bolivia y Profesor Consultor en Poesía del Instituto Minero de Moa, en Cuba, y, porque así lo quiso, se le agradece, forma parte ahora de este compendio de poesía heterogénea, al aire, montado a pluma de pájaro. Yo busco el oro del tiempo, me dice André Bretón por la voz de Leopoldo. Y aquí también, por eso lo detenemos.
Leopoldo Peña del Bosque (Matamoros, México, 1952)

miércoles, septiembre 21, 2005

Tránsito / A. Avilés

De Alejandro Avilés

Oh amigos, esta noche he recordado
la futura mañana en que vosotros
me llevaréis dormido
como a un obscuro leño en vuestros hombros.

Aún bajará del cielo
la luz que vive, en gozo por el campo.
Y sonará en los aires
el sueño de los pájaros.
Y tenderá la tierra entre las sombras
sus maternales brazos.

Yo pesaré de gratitud, oh amigos.
Y a cada paso el pecho caminante
recordará las horas
en que tomaba el corazón su parte.


De Don del viento (1979)
Dejo aquí un abrazo sincerísimo a María Eva Avilés (no sé si me recuerde); a sus hermanos; a Dolores Castro, su inquebrantable amiga; a la comunidad académica de la Carlos Septién, que también siente, no lo dudo ni un poquito, la gran pérdida. A todos, si ustedes lo permiten -María Eva-, me uno al séquito que sacará dormido al maestro Avilés para entregárselo al viento, Don del viento. Y agrego un perdón por la repetida falta en que caemos. Este pequeño homenaje lo hago, sinceramente, lo remarco, lo grito, como si Avilés no, no estuviera hoy muerto.

Alejandro Avilés (La Brecha, México, 1915 - Morelia, México, 2005)

martes, septiembre 20, 2005

Los árboles / E. Montejo

De Eugenio Montejo

Hablan poco los árboles, se sabe.
Pasan la vida entera meditando
y moviendo sus ramas.
Basta mirarlos en otoño
cuando se juntan en los parques:
sólo conversan los más viejos,
los que reparten las nubes y los pájaros,
pero su voz se pierde entre las hojas
y muy poco nos llega, casi nada.
Es difícil llenar un breve libro
con pensamientos de árboles.
Todo en ellos es vago, fragmentario.
Hoy, por ejemplo, al escuchar el grito
de un tordo negro, ya en camino a casa,
grito final de quien no aguarda otro verano,
comprendí que en un su voz hablaba un árbol,
uno de tantos,
pero no sé qué hacer con ese grito,
no sé cómo anotarlo.

De Alfabeto del mundo (1986)

En Montejo, el árbol se inscribirá como un signo contrario al de la piedra, ya que en el árbol como en el ser, el paso indetenible del tiempo se inscribe como un desgarramiento; por eso el árbol es el lecho del ser, el ser mismo. El hombre es el árbol y el árbol es el hombre en la concreción de la imaginación vertical; a través de él el imaginario de los hombres describe la búsqueda de las zonas más profundas. (María del Rosario Chacón)

Eugenio Montejo (Caracas, Venezuela, 1938)

miércoles, septiembre 14, 2005

Había en el patio un limonero / R. Olvera

De Raquel Olvera

Había en el patio un limonero.
Oscurecían los moscos, la llama del quinqué.
Hacía calor y tedio.
Abandonado el niño al vaivén de la hamaca,
escuchó los pasos, la risa de Camila:
cierra los ojos
Traía entre sus dedos un limón partido
abre la boca―.

De Concierto para cinco sentidos (2001)
Raquel Olvera, toro hembra que enviste las tinieblas, enviste la poesía desnudándola. No sé cómo la desnuda. Quiero decir que no entiendo en qué momento, cómo diablos, cómo le hace. El caso que hoy no sólo la desnuda, sino que se acuesta y se revuelca con ella. De niña, puedo imaginarla desnudándola. Quiero decir que aprendiendo a desnudarla. Y no sé, pero igual puedo decir que aprendió con un limón, precisamente en esta imagen, exprimiéndolo hasta lograr la esencia, el grito, la entraña. No sé cómo diablos, pero igual y el limón partido tiene culpa.
Raquel Olvera (Chignahuapan, México, 1966)

jueves, septiembre 08, 2005

Un día detrás de otro / C. de la Cruz

De Carlos de la Cruz

Un día detrás de otro
y luego sentarme a esperar
que los vecinos se mueran
en sus cámaras de gas

Un día detrás de otro
consigo colocar mis vicios
por orden alfabético
primero beber
después joder
después soñar

Un día tras otro
fiel cliente de mis agallas
mientras llueve
desde mi boca hacia tu boca

Entonces los ángeles pueden bailar desnudos
Alrededor del tambor de tu silencio
y nadie volverá a llamarte

como si desde tu boca
llamara un muerto
llamando a mi boca

De Cave Canem (2001)
Cave canem (cuidado con el perro), que aunque está muy callado muerde fuerte. Cave canem, cuidado con sus días, que aunque pasan fortuitos pisan fuerte. Cave canem, cuidado con estas letras, muy fuertes, que parecen piedras, meteoros, es decir lluvia golpeando cabezas hasta la sangre. Cave canem, cuidado con De la Cruz, que ronda el Bloggoverso. Cave canem, que ya que se le encuentra, el maldito (el maldito tú, quiero decir, "bucólico lector" maldito), ya no puedes zafarte.
Carlos de la Cruz (Aranda de Duero, España, 1973)

domingo, septiembre 04, 2005

Pequeño Napoleón / J. Kerouac

De Jack Kerouac

golpeabas mi mejilla
sin saber el dolor humillante que sentía
un niño cazando abejas en la escuela
¿te creías muy hombre cuando te emborrachabas?
yo sólo miraba
miraba cómo te comportabas como un idiota
competías por mi trono
comportándote como un rufián
nunca tuve trono
solo una cachetada y un duérmete
nunca tuve valor
para decirles: hey, soy un bufón
mis sueños de ser una tonta estrella de rock
mis lágrimas de verano
sólo reías
igual que un rufián
desfachatado y loco
yo sólo miraba
tontos profesores
tontas lecciones de matemáticas
pequeño napoleón dormido
y distraído
cabalgando fuertemente sobre las hojas
hojas de una horrible educación

De Mexico City Blues (1959)
Otro beat, William Burroughs, dijo: Kerouac era un escritor. Esto es, él escribió. Mucha gente que se llaman a sí mismos escritores y tienen sus nombres impresos en libros, no son escritores y no pueden escribir ... Cuando lo conocí por vez primera en 1944, Jack Kerouac sabía lo que era escribir. Tenía entonces 21 años, ya había escrito un millón de palabras y estaba completamente dedicado a su comercio elegido. Fue Kerouac quien continuó diciéndome que yo debería escribir un libro -el que finalmente escribí- y llamarlo (nada más ni nada menos que) The Naked Lunch (El almuerzo desnudo). NOTA: La traducción de este poema es, obvio, de un tercer beat: Allen Ginsberg.

Jack Kerouac (Lowell, Estados Unidos, 1922 - San Petersburgo, Estados Unidos, 1969)